EXCEPCIÓN(ES)

A mis deudas, por haberme quedado en silencio una vez más. 

Tengo un amigo que ante cualquier disyuntiva utiliza la RAE. Me dice, a modo de explicación, que nuestro problema suele ser que no conocemos exactamente los términos, y que por tanto solemos utilizarlos de manera difusa, sin llegar a entender cuándo los debemos emplear. Por él, y para hacerme entender, empiezo esta entrada definiendo la palabra excepción. «Persona o cosa que se excluye de la generalidad o de la regla común». 

No he creado yo la teoría de la que voy a hablar, pues me atrevo a decir que lleva íntriseca en el hombre desde que tuvo la oportunidad de pensar. Aún así, el nombre si me he concedido dárselo, por eso de utilizar la terminología adecuada y por la profunda convicción que tiene todo escritor de pensar que si algo no se nombra, no termina de existir del todo. Bienvenidos a la Teoría de la Excepción. 

Esta misma, es bastante sencilla. Y para explicarla, he de preguntaros que es aquello que os atañe a la vida, que esperáis que rompa la monotonía, el motor de vuestro alma, el sueño más profundo que mueve vuestras entrañas. Simple, y llanamente, cuál es vuestra excepción, persona o cosa que esperáis que os excluya de la generalidad o la regla común que suele nublar nuestros días. La idea no va más allá. Busca tu excepción y permítete merecerla.

Comprendí esto una noche hablando con alguien a quién admiro. Esa persona, entre lágrimas y tras recoger los añicos de su interior, me dijo que lo que más le dolía del propio dolor, era no haber sido la excepción de la persona a la que quería. No supe responder y me callé, demasiada luz, pensando para mis adentros que si justo quién hablaba no podía ser excepción nadie en este mundo sería capaz. También me dije que no se podía ser excepción de quién no creía en las excepciones y por lo tanto no nos dejaba entrar. Me alegra saber que con el tiempo, si que lo fue, como por otro lado, no podía ser de otra manera. Deuda resuelta

Me he preguntado muchas veces por qué solemos acogernos a una excepción, o por lo menos así lo hago yo. Seríamos sin ella más libres, y no esperaríamos todo el tiempo del mundo a algo o a alguien que nadie nos asegura a ciencia cierta que vaya a aparecer. Pero creo que no hay alternativa posible, que parte de esta existencia que nadie entiende  se basa en sabernos excepciones y en creer que las mismas pueden cambiarnos el rumbo. Por cierto, las excepciones existen.

Hace escasos minutos he vuelto a preguntar a mi amigo RAE por su excepción, y aunque él no me crea, siento que podrá cumplirla. Es esa idea aparentemente descabellada, que solo un loco cómo él puede imaginar, pero idea que si cierra los ojos, puede ver nítida. Y por eso, porque creo en él y porque no hay mayor excepción que la que lleva arraigada el amor, resuelvo otra deuda pendiente diciendo que sí. Viva tu excepción.

Y qué hay por último de quién no cree en las excepciones. O que cree en las de los demás pero no en las suyas. Que hay de quién no se siente merecedor de ellas, que a si mismo se condena eternizando su existencia a la monotonía, como si realmente no debiese contar con algo o alguien que rompa su regla común. Qué hay de quién me niega su excepción pero que aún lee todos mis escritos buscando Dios sabe qué. Contigo si que tengo una deuda. Y averiguaré qué esperas tú. Más que nada porque tú eres mi excepción.

Como consejo de quien no sabe dar consejos, buscad vuestra propia excepción. Y haced el regalo al mundo de ser la excepción de los demás. Porque nada de esto tendría sentido, si dejáramos por un momento de vincularnos, si olvidáramos escucharnos a nosotros mismos y lo que nuestra mente cree posible.

Porque el mundo, con sus más y con sus menos, ya es excepcional.